domingo, 17 de marzo de 2013

dichoso portal...


Por aquel entonces ya se sentía parte de la ciudad, del arco iris que formaban las líneas del metro, de las 500 caras que las fachadas le ponían al pasar, de la hiperactividad generada por los rayos de sol al acariciar su piel, de los pasos de más que tenía que dar para cruzar los semáforos, de las a veces destartaladas bicis rojas con su particular seña de identidad... Sólo en determinadas ocasiones una ráfaga de realidad le azotaba y le hacía plenamente consciente de los 1.300 kilómetros y las 60.000 diferencias culturales que le separaban de su ciudad natal...

Hacía ya unos cuantos días que el corazón sólo encontraba tregua en el progresivo desgaste de las suelas de sus zapatos que se fundían en la acerca, como si cada paso que diera incrementase las posibilidades de encontrarla, de encontrarse... A la misteriosa fuerza que tiraba de su estómago le daba exactamente igual la ruta que su cerebro tuviera programada y siempre acababa reconduciendo sus pasos hasta el dichoso portal de la calle Aribau, allí desearon volver a verse pocas horas después de haberse topado en el camino.

Perdido en el rojo del vado que prohibía aparcar a esa altura de la calle, percibió que una presencia en busca de respuestas se había instalado a dos palmos de su nuca, se giró y se volvió a perder en el océano de sus ojos negros...  











http://www.youtube.com/watch?v=fczPlmz-Vug

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