viernes, 5 de abril de 2013

contundencia y suavidad...


Esa especie de coraje que te otorga la ignorancia de la inexperiencia fue lo que me llevó a esperar sentada en la terraza de aquel café bajo los primeros rayos del sol de abril.

Trataba de acelerar el paso del tiempo leyendo las noticias del periódico que se encontraba sobre la mesa pero éstas parecían insignificantes en comparación con la gran hazaña que estaba a punto de realizar. Sus letras resbalaban por mi mente como pequeñas gotas de lluvia que golpean contra la ventanilla del vagón de un tren de alta velocidad.

Me decía que en la vida una ha de poner voz a sus pensamientos para que no se queden revoloteando por allí adentro, convertidos en ovillo de lana que se entrelaza con la realidad impidiéndote ver más allá de toda esa maraña. Una ha de luchar por sus intereses aún sabiendo que ello puede acarrear la pérdida de ciertas cuestiones que a corto plazo hacen vibrar y dibujan una sonrisa en la cara.

Mi profesora de teatro de la escuela siempre me decía: “tienes que tener claro lo que realmente quieres conseguir a través de tus acciones y palabras y, por lo tanto, qué pretendes alcanzar con dicha puesta en escena. Una vez que lo sabes, ya te puedes dedicar a perfilar los matices de tu personaje e idear un atrezzo que te vaya como anillo al dedo para bordar dicho papel”. Sentía que el festival de fin de curso del colegio, donde yo siempre actuaba, estaba a punto de comenzar y que no sabía si tenía del todo claro lo que pretendía.

Por la contundencia con la que revolvía una y otra vez el café de mi taza, pareciera que el azúcar no se fuera a disolver jamás... Contundencia...la contundencia suele resultar complicada de combinar con la suavidad... Puesto que la contundencia normalmente se asocia a la dureza y la suavidad a la pasividad. Sin embargo, esta combinación es más sencilla de lo que a primera vista parece y opino que consiste en liberar pequeñas dosis periódicas de palabras claras que defiendan los intereses propios y tengan en cuenta que el otro, como ser de la misma condición, también siente y padece.

De pronto, le vi torcer la esquina de la calle y mi corazón decidió ponerse a brincar para ver si en uno de sus saltos conseguía fugarse por mi garganta y echar a andar... Respiré hondo... 3... 2... 1... Que comience la función.










http://www.youtube.com/watch?v=tpeIePQpSuU

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