Hoy me dio por asomar la cabeza a
través de la ventanilla y mirar por el espejo retrovisor para tratar
de averiguar si los hechos acontecidos son parte del guión de la
película de mi vida o si por el contrario dichas escenas son
improvisadas y se filman tal y como hacía Charlot con sus
películas...
Había algo diferente en el ambiente
aquellos días, algo que gritaba y me advertía de que una escena
grandiosa estaba a punto de ser grabada...
Bien es cierto que mi relación con la
creencia en el destino siempre ha resultado un tanto ambigua... Por
un lado, la idea de que el final de la película ya esté escrito de
antemano se me presenta como romántica y, en cierto modo,
esperanzadora. Sin embargo, mi educación de naturaleza más bien
escéptica impide que me lo acabe de creer del todo... Opino que las
personas actuamos como Chaplin, aprovechamos algunos “gags” que
nos vienen a la cabeza y a partir de ellos improvisamos tratando de
salir airosas, de que la escena funcione e incluso llegue a
convertirse ¿por
qué no? en nuestra obra maestra.
Existe una teoría a la que psicólogos,
sociólogos y demás hacen referencia con relativa frecuencia para
explicar diversos fenómenos. Me refiero a “la profecía
autocumplida”. Más o menos sería algo así como que la idea de
que un hecho va a ocurrir aparece en algún lado de nuestra mente, de
manera consciente o inconsciente, y es precisamente dicha idea la que
nos predispone a llevar a cabo tal hecho y a que, por lo tanto, se
haga realidad.
Creo que esto fue lo que me pasó por
aquel entonces. De mi cabeza surgían “gags”, ideas que me
llevaban a improvisar, a experimentar con lo que podía suceder si
decía esta frase o aquella otra, si jugaba con un gesto, una
mirada...y así iba, poco a poco, creando mis escenas...
Aunque, no lo sé, pensándolo mejor,
quizás el guión ya había sido ideado y el destino lo guardaba
delicadamente para mí a la vuelta de la esquina...
photo by: Monika Pufflerová
https://www.youtube.com/watch?v=KI1OuePz2pY
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