Las chicas y yo ya teníamos como
costumbre desayunar juntas todos los domingos en la azotea del
edificio. Normalmente, Clara era la más madrugadora y siempre bajaba
al “fornet” de la esquina a comprar croissants recién hechos. Se
levantaba con una energía que me tenía fascinada... Yo, más bien,
parecía un zombie incapaz de conectar una idea con otra sin mi dosis
básica de cafeína diaria.
Sin embargo, ese día mi cabeza había
pasado la noche revuelta y con un brinco enérgico tomé verticalidad
particularmente temprano. Últimamente, las ideas parecían haberse
amontonado en mi mente y revoloteaban, impidiéndome pensar con
claridad o dirigir mis pasos en alguna dirección.
Taza de café en mano, subí las
empinadas escaleras que llevaban a la “terrasa”, quería respirar
la desconcertante tranquilidad que la ciudad emanaba las mañanas de
domingo, me gustaba divisar cómo el sol iluminaba los tejados de una
ciudad que, a aquellas horas, parecía fantasma.
Siempre me ha resultado fascinante cómo
un mismo hecho, persona o lugar puede presentarse con caras tan
diferentes... Hacía unos 2000 amaneceres que vivía allí y seguía
sorprendiéndome cuando los miércoles la ciudad huía de mí a pasos
agigantados y yo me veía incapaz de alcanzarla por más que corriera
y, días después, esa misma ciudad se tumbaba al sol con una calma
que parecía no ir a quebrantarse jamás.
Mientras radio3 desde la radio saludaba
al día y hacía bailar a mi corazón con Edward Sharpe & The
Magnetic Zeros, tomaba conciencia de las ganas que tenía de sentir,
de que sucediera algo que me dejara sin aliento, algo que rompiera en
mil pedazos aquella inquebrantable tranquilidad...
http://www.youtube.com/watch?v=rjFaenf1T-Y
Cuando uno menos lo espera, una tormenta puede romper un día claro y soleado. No suele ser siempre, es más, son escasas ocasiones excepcionales.
ResponderEliminarPero sucede, es entonces cuando falta el aliento y se rompe el día, día tras otro.
Y esos momentos te siguen sorprendiendo, sin previo aviso... A veces hay que cazarlos al vuelo porque como vienen se van, dejándote un sabor un tanto agridulce y la melena despeinada...
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