He avistado el mismo horizonte de
antaño, sacude mi melena con recuerdos guardados en algún viejo
estante que andaba escondido bajo los bártulos del presente.
Mis manos, mis ropas, mis gestos, los
idiomas de mi mente, moldeados a lo largo de estos años, mezclan
baldosas modernistas con losas de mármol, azul mediterráneo con
canales pálidos y mis miedos con focos de escenario.
La cabeza luce más segura y alta, los
pies sienten más firme el contacto con este manto verde y los ojos
miran más curiosos y desafiantes las olas que aún están por
romper.
Extraño músculo, ese que no ha dejado
de contraerse desde que un día unas cuantas células lo cimentaran,
él continúa su baile ajeno a tanta parafernalia, sigue el compás
de los ritmos instintivos que le vinieron dados. De poco le han
servido las técnicas de danza, los abrigos, corazas, escondites o
neveras en los que tratar de encontrar cobijo... Cuando le tocan las
ondas de la melodía adecuada, mi corazón sigue saltando conectado a
lo más primitivo de su ADN y se entrega con todo su ser a la tarea.
https://www.youtube.com/watch?v=eJqBGXwCRWQ
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