Giro la cabeza y nuestros ojos se
entrecruzan medio segundo, algo me dice que ya conozco de antes esa
forma de mirar y sin embargo es la primera vez en mi vida que te
veo... Este magnetismo que nos va empujando delicadamente hacia el
otro provoca que segundos más tarde nuestras palabras comiencen a
tejer una conversación desprovista de formalismos, confeccionada por
los hilos de la autenticidad. Sin pensármelo dos veces, te muestro
las pinturas que utilizo para pintar cada instante de
colores. Tú, por tu lado, te aventuras a compartir la manera en la que cada poro
de tu piel capta la esencia de la realidad que te rodea. De esta
forma, quedamos suspendidos en una burbuja en la que sólo tú y yo
tenemos cabida. Me quiere parecer que el entendimiento, la admiración mutua y la facilidad
con la que a ambos se nos erizan los pelillos de la nuca resultan ser
sustento que sopla suavemente para mantenerla a flote.
Desgraciadamente, la fuerza de la
gravedad junto con la manía que la realidad tiene de poner la
zancadilla a los sueños tira de nuestra bonita obra hacia la
superficie terrestre, haciendo que finalmente, con un sonido sordo,
estalle devolviéndonos a cada uno a su mundo. Sin embargo, nos es imposible obviar el hecho de que el universo, ¡por fin!, se las ha arreglado para programar nuestro encuentro.
La temida despedida, aun sin cortar el
hilo invisible que une tus ojos con los míos, viene impregnada de
formalismos: los acostumbrados dos besos y un par de palabras amables
lanzadas al aire que dejan tras de sí quinientas dudas relacionados con la
relatividad de la percepción humana y quinientas horas en los que la
incertidumbre empaña aquellos segundos tan certeros y el alma ruge a causa de un hambre
insaciable de que mantengamos juntos burbujas a flote.
http://www.youtube.com/watch?v=uTxythHY09k
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